La influencia de Lucas se siente, sobre todo, en la
forma de entender el negocio del cine de hoy. “La guerra de
las galaxias”, como ninguna otra película antes, entendió que una
cinta puede extender su influencia más allá del cine en sí: el merchandising,
los muñecos, los libros y demás productos generaron un estilo de vender la
película que, sin duda, cambiaron la industria. Un cambio que se confirmó, unos
cuantos años después, con “Tiburón”, de Steven
Spielberg, cinta que redefinió el concepto de ‘blockbuster’.
Pero, seamos justos, los méritos de Lucas no se refieren solamente a su rol de empresario. Porque, como cineasta, perteneció a una generación muy talentosa, que cambió el cine estadounidense, bastante caído en los sesenta y enmarcado en una sociedad deprimida por Vietnam. Y si en “Grafiti americano” usaba su memoria personal para una comedia juvenil, en “La guerra de las galaxias” creaba una ‘space opera’ que tenía mucho de ‘western’ (miren nada más el Han Solo que compone Harrison Ford, cuyo estilo y ética son dignos de alguien salido de una taberna del oeste), de Akira Kurosawa, de “Metrópolis”.
Sería un poco osado decir que
Lucas era el más cinéfilo de esa generación (Spielberg, Scorsese y Coppola también se conocen
la historia del cine de la A a la Z), pero se atrevió a usar una serie de
referencias clásicas en una película de ciencia ficción, algo interesante y no
demasiado evidente en la época. Ese es el valor del cineasta Lucas.
El Comercio
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